jueves, 13 de junio de 2013

Compartir Nº 138


Cintas blancas en el manzano

Cronin, el famoso novelista inglés, cuenta que viajaba en una ocasión
en tren y, en el mismo departamento, viajaba también un muchacho que
parecía estar nervioso. Movido por la curiosidad le preguntó:
— ¿Qué te pasa, muchacho?
— Vengo de la cárcel. Durante nueve años, he vivido encerrado entre
rejas lejos de la familia. Cometí unos delitos que avergonzaron a mis
padres. Ahora me han dado la libertad y vuelvo hacia ellos. Ahora, al
darme la libertad, he escrito una carta, pidiéndoles perdón. Les he
pedido que, si me perdonan, como señal para que yo lo sepa distinguir,
cuelguen en el manzano que hay en la huerta de mi casa, por donde va a
pasar el tren, una cinta blanca de una rama visible. Si es así, yo
entenderé que me perdonan y me llegaré a la casa. Si no, pasaré de
largo. Ya faltan solamente dos pueblos para que lleguemos al mío y
estoy inquieto.
Después de un rato le dijo:
— Por favor, la próxima tapia es la finca de mi padre. No me atrevo a
mirar. Tenga la bondad de mirar usted...
Aquel muchacho recogió la cabeza entre sus manos, mientras el tren
comenzaba a rebasar la tapia. Cronin miraba por la ventanilla. Dio un
salto. Tomó al muchacho por los brazos y lo sacudió:
— Mira, hijo, mira el manzano.
El muchacho no daba crédito a lo que veía. Colgadas de cada una de las
ramas del manzano había, no una, sino docenas de cintas blancas. Sus
padres lo perdonaban y lo perdonaban con generosidad desbordante.

Invoquemos con fe a los ángeles

Los ángeles son fuertes y poderosos. Ellos tienen como una tarea
importante el defendernos de los peligros y, sobre todo, de los
peligros y tentaciones del alma. Por eso, cuando sintamos que somos
débiles ante cualquier asechanza del maligno, acudamos a ellos. Cuando
estemos en peligros de la naturaleza o de hombres o de animales,
acudamos a ellos. Cuando estemos de viaje, invoquemos la ayuda de los
ángeles de quienes viajan con nosotros. Cuando debamos someternos a
una operación quirúrgica, invoquemos al ángel del médico, enfermeras o
personal que nos atiende. Cuando vayamos a la iglesia, igualmente,
unámonos al ángel del sacerdote y de los demás fieles. Si damos una
charla, pidamos ayuda a los ángeles de los oyentes. Si tenemos amigos
lejanos, que pueden necesitar ayuda por estar enfermos o porque pueden
estar en peligro, enviémosles nuestro ángel para que los cuide y
proteja, o simplemente para que los salude y bendiga en nuestro
nombre. (P. Ángel Peña).

Penélope ejemplo de fidelidad matrimonial

Penélope es un ejemplo de esposa fiel para todas las generaciones.
Habían pasado veinte años desde que Ulises, su esposo,  había salido
de la isla de Itaca donde vivían. Primero, había participado en la
guerra de Troya y, después, se había extraviado en el camino de
vuelta, errando sin norte por los mares. Mientras tanto, en esos
veinte años, Penélope era acosada por muchos pretendientes; muchos de
ellos ricos e importantes. Muchos querían casarse con ella y la
asediaban continuamente sin dejarla tranquila. Tan apremiada estaba
que llegó a prometerle a uno que se casaría con él, cuando terminase
la labor que tenía entre manos. Durante el día, la veían tejiendo con
diligencia su paño, pero durante la noche, ella misma deshacía cuanto
había hecho durante la jornada.
Un día llegó la noticia de que había regresado su esposo Ulises. Ella
no se lo cree y piensa que algún impostor quiere engañarla para
suplantar a su esposo. Habían pasado veinte años y Ulises estaba
cambiado. Ya no era el jovencito hermoso que ella había conocido y
duda de que sea Ulises, su esposo. Hasta que él le relata un secreto
que nadie podía saber sino él. En ese momento, Penélope estalla en
llanto; lo abraza, lo besa y le dice: Perdóname, por no haberte creído
desde el primer momento. Mi pobre corazón se estremecía de horror al
pensar que podía venir alguien y engañarme con falsas palabras. ¡Son
tantos los malvados que querían engañarme!

Verídica historia de Nuestra Señora de Loreto

En 1291 tiene lugar el milagroso traslado de la casa, donde vivió
María en Nazareth, a Tersatto, en Dalmacia (ex Yugoslavia). Allí
permaneció por tres años, siete meses y cuatro días, y fue de nuevo
milagrosamente trasladada a Italia, a Recanati, el 10 de diciembre de
1294. Allí fue primero colocada en un lugar de la selva, propiedad de
una rica Señora llamada Loreta, de ahí el nombre de Santa María de
Loreto. Al poco tiempo, fue trasladada al lugar actual, muy cerca del
sitio anterior, y colocada sobre una carretera o camino, por donde
pasaba todo el mundo. Y allí está el actual santuario de Nuestra
Señora de Loreto, colocado sin cimiento alguno. Un verdadero milagro
permanente de Dios por intercesión de María. Allí surgieron las
letanías lauretanas (de Loreto), que se rezan después del rosario.
Los Papas, después de estudiar los acontecimientos, establecieron
desde el siglo XIV la fiesta de la traslación de la casa de la
Bienaventurada Virgen María. Pío XI, ante algunos que negaban la
autenticidad de la santa casa, dijo, después de analizar las
conclusiones de los científicos: “En cuanto a la autenticidad de la
santa casa, tenemos muchas buenas razones para admitirla y ningún
argumento serio para negarla”. El Papa Juan Pablo II el 8-9-1979 dijo
sentirse “dichoso de que la humilde pradera de Loreto se haya
convertido en uno de los más célebres santuarios marianos de Italia”.

Conversión de un ateo

Adolf Martín Bormann nació en 1930 y era hijo de Martín Bormann, brazo
derecho de Hitler. Él mismo era ahijado de Hitler. Su familia, de
origen protestante, abandonó toda práctica en 1934. Después de la
segunda guerra mundial, Adolf, al caer Alemania, se ocultó y se
refugió en el campo en casa de unos campesinos católicos. Dice: Mi
desprecio a los católicos desapareció y ya empezaba a envidiarlos un
poco..., pero todavía esperaba la restauración del
nacionalsocialismo... Un domingo fui hasta el santuario de la Virgen
de Kirchental, un lugar de peregrinación a tres horas de camino...
Casi todos los domingos empecé a ir a Ntra. Sra. de Kirchental y pedí
recibir instrucción religiosa hasta que, por fin, el primer domingo de
mayo de 1947 tuvo lugar mi admisión en la Iglesia católica. ¿Quién
puede expresar en palabras la emoción y el júbilo que invade el
corazón de un joven convertido en el momento de recibir las aguas
bautismales? Siguió la confesión, la santa misa y la primera comunión.
Renuncio a transcribir la íntima e inmensa alegría que me transportó
al más alto grado de felicidad..
El verdadero amor al prójimo de los rudos montañeses me señaló el
camino a la Iglesia católica. A todos aquellos que tienen la dicha de
ser católicos quisiera gritarles: “Compadeceos de los que cayeron en
el extravío y ayudadles con la oración y el apostolado a que
encuentren también la casa del Señor “.
Adolf Martin Bormann se hizo católico con seis de sus hermanos, pero
él siguió adelante hasta ordenarse sacerdote católico y así servir a
los demás en la Iglesia para siempre.

NB. Todos los artículos de  este “Compartir” se han seleccionado de
los libros del P. Ángel Peña (109). Es un autor interesante y bien
informado. Te recomiendo leerlos en; www.libroscatolicos.org

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