sábado, 5 de febrero de 2011

Compartir Nº 110, febrero 2011
Parroquia S. J. Bosco y S. D. Savio
CÓRDOBA - Argentina


¿Zanahorias, huevos o café?
Una hija casada se quejaba con su padre de su vida, y cómo las cosas le resultaban tan difíciles. No sabía cómo hacer para seguir adelante, y creía que se daría por vencida. Estaba cansada de luchar. Desaparecía un problema y aparecía otro. Su padre, jefe de cocina, la llevó adonde trabajaba. Allí llenó tres ollas con agua, y las colocó sobre el fuego. Pronto, las tres ollas estaban hirviendo. En una colocó zanahorias, en otra huevos, y en la otra granos de café. Las dejó hervir sin decir palabra. La hija esperó con paciencia, preguntándose qué estaría haciendo su padre. A los veinte minutos, el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en una fuente.
Sacó los huevos y los colocó en otra. Coló el café y lo puso en una pava, Mirando a su hija, le dijo: —Querida, ¿qué ves? —Zanahorias, huevos y café –fue su respuesta. Le pidió luego que tocara las zanahorias. Ella lo hizo, y notó que estaban blandas. Le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Luego de sacarle la cáscara, observó el huevo duro. Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió, mientras disfrutaba de su rico aroma. Con curiosidad, la hija preguntó: —¿Qué significa esto, padre? El le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: agua hirviendo; pero habían reaccionado en forma diferente.

La zanahoria llegó al agua fuerte, dura. Pero después de pasar por el agua hirviendo se había vuelto débil, fácil de deshacer. El huevo había llegado al agua frágil. Su cáscara fina protegía su interior líquido. Pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido. Los granos de café, sin embargo, eran únicos. Después de estar en agua hirviendo, habían cambiado al agua. —¿Cuál eres tú? –le pregunta a su hija– Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes? ¿Eres una zanahoria, un huevo o un grano de café?

¿Y cómo eres tú, amigo? ¿Eres una zanahoria que parece fuerte, pero que cuando la adversidad y el dolor te tocan, pierdes tu fortaleza? ¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable? ¿Poseías un espíritu fluido, pero después de una muerte, una separación, un divorcio, o un despido, te has vuelto duro y rígido? Por fuera te ves igual, pero ¿eres amargado y áspero, con un espíritu y un corazón endurecido? ¿O eres como un grano de café? El café cambia al agua hirviente, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición, el café alcanza su mejor sabor. Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen peor, tú reaccionas mejor y haces que las cosas a tu alrededor mejoren. ¿Cómo manejas la adversidad? ¿Eres una zanahoria, un huevo o un grano de café?

Corazón simple y humilde
Me presento ante ti, Padre amado. Quiero ofrecerte con cariño lo que puedo hacer cada día, aunque sea imperfecto. Es tan pequeño al lado de tu infinita gloria y del regalo de tu amistad. Pero sé que te gozas cuando me entrego al servicio de tu Hijo. Tú mereces esta ofrenda de mi trabajo cotidiano. Yo no puedo saber qué valor ha tenido mi tarea. Pero dejo en tus manos los frutos de mi trabajo. Señor mío, dame un corazón humilde y libre, que no esté atado a las vanidades, reconocimientos y aplausos. Dame un corazón simple que sea capaz de darlo todo, pero dejándote a ti la gloria y el honor. Regálame la belleza de un corazón humilde y liberado. Amén. (P. Víctor Fernández).

Un cazador de leones
En cierta ocasión un cazador de bestias feroces, yendo por el desierto, vio al abad san Antonio que bromeaba con los hermanos y se escandalizó de ello. Pero el anciano, queriendo hacerle comprender que conviene ser condescendiente en alguna ocasión con los hermanos, le dice:
“Pon una flecha en tu arco y ténsalo”. Y lo hizo. Le dice: “Ténsalo más”. Y lo hizo. Le dijo una vez más: ”Ténsalo”. El cazador le dijo: “Si lo tenso más se va a romper”. Le dijo el anciano: “Así sucede también con las obras de Dios: si con los hermanos tensamos el arco de manera excesiva, enseguida se rompen. Por eso es necesario ser condescendiente en ocasiones”. Al oír esto, el cazador se sintió presa de arrepentimiento y se marchó muy edificado con ello.

Lo que hizo san Antonio con sus monjes, hazlo contigo. Sé prudente en armonizar el trabajo con el descanso, la vida de estudio y reflexión con la vida social, el cuidado del cuerpo y el del espíritu. Los autores clásicos tenían un proverbio muy sabio: “Nada en exceso”. Que sepas organizar tu día con sabiduría y prudencia.

El ombú
Erguido en la pampa, orgulloso sobre sus enormes raíces, el ombú extendía sus opulentas ramas. En busca de un lugar donde edificar su casa, llegó allí un colono con su familia. ¡Qué árbol hermoso! -exclamó uno de los hijos-; quedémonos aquí, padre mío.
Seducido por el aspecto del árbol gigante, consintió el padre. De una raíz iba a atar con soga larga, para que comiera, el caballo del carrito en el cual venía la familia, cuando vio que allí no crecía el pasto y tuvo que retirar el animal algo lejos del árbol. Mientras tanto, el hijo mayor cortaba unas ramas para prender el fuego y preparar el almuerzo. Pero pronto vieron que con esa leña, sólo se podía hacer humo.
Uno de los muchachos, entonces, para calmar el hambre, se trepó en las ramas altas y quiso comer la fruta del árbol. Se dio cuenta de que aquello no era fruta, ni cosa parecida.
-¡Hermoso árbol! -dijo entonces el padre- para los pintores y poetas. Pero no produce fruta, su leña no sirve, y su sombra no dejaría florecer nuestro humilde jardín. Orgulloso, inútil y egoísta. Es mejor dejarlo solo e irnos a otra parte. (G. Daireaux)

Tu vida es un reflejo
Un hijo y su padre, iban caminando por las montañas. De repente, el hijo se cae, se lastima y grita: ¡Aaah! Para su sorpresa oye una voz repitiendo en algún lugar de la montaña: ¡Aaah! Con curiosidad el niño grita: ¿Quién está ahí? Recibe una respuesta: ¿Quién está ahí? Enojado con la respuesta el niño grita: ¡Cobarde! Y recibe de respuesta: ¡Cobarde! El niño mira a su padre y le pregunta: ¿Qué sucede?
El padre, sonríe y le dice: Hijo mío presta atención. Y entonces el padre grita a la montaña: ¡Te admiro! Y la voz responde: ¡Te admiro! De nuevo, el hombre grita: ¡Eres un campeón! Y la voz le responde: ¡Eres un campeón! El niño estaba asombrado, pero no entendía.
Luego el padre le explica: La gente lo llama eco, pero en realidad es la vida. Te devuelve todo lo que dices o haces. La vida te devolverá exactamente aquello que tú le has dado. Tu vida no es una coincidencia, es un reflejo de ti. Alguien dijo: si no te gusta lo que recibes, revisa muy bien lo que estás dando.

Gracias por tu visita!!!