lunes, 6 de agosto de 2012

Compartir Nº 128
 Todo es gratis
Un niño pequeño se dirigió a su madre que estaba en la coci­na
preparando la cena y le entregó un pedazo de papel que había escrito.
En el papel se leía de la siguiente manera:

a. Por cortar el pasto:                           $ 5.00
b Por limpiar mi cuarto esta semana:   $ 1.00
c. Por hacer mandados                        $ 0.50
d. Por cuidar a mi hermano pequeño:   $  0.25
e. Por sacar la basura:                          $ 1.00
f.  Por sacar buenas calificaciones:       $ 5.00
g. Por limpiar y recoger las hojas:          $2.00
h. Total adeudado:                                 $14.75

Su madre lo miró y en aquel momento el niño pudo ver todos los
recuerdos que pasaban por su mente. Ella tomó una pluma, y en el otro
lado del papel escribió:

Por los nueve meses que  te cargué mientras tú crecías dentro de mí...
  Es Gratis.
Por todas las noches que me senté a tu lado, te cuidé y recé por ti...
   Es Gratis.
Por las 840 veces que te  amamanté...   Es Gratis.
Por todos los 3843 pañales que te cambié...  Es Gratis.
Por todos los 3286 biberones que te preparé. Es Gratis.
Por todos los momentos  difíciles, y todas las lágrimas que me has
causado a través de los años... Es Gratis.
Por todas las noches que estuvieron llenas de temor y por las
preocupaciones que sé que  vendrán...   Es Gratis.
Por todas las 2920 historias y cuentos que te conté o leí por las
noches antes de dormir te...           Es Gratis.
Por los juguetes, la comida, la ropa, y hasta por limpiarte la
nariz...   Es Gratis.
Hijo; cuando lo sumas todo, el precio de mi amor... es completamente gratis.

Cuando el niño terminó de leer esto, había lágrimas en sus ojos. Miró
a su madre a los ojos y le dijo: "Mamá, solo sé que te quiero mucho".
Luego escribió en el papel "pagado en su totalidad”.

No te escuchan… te observan
"No te preocupes porque tus hijos no te escuchen, preocúpate porque te
observan todo el día".

Cuando pensabas que no te veía; te vi pegar mi primer dibujo en la
heladera, e inmediatamente quise pintar otro. Cuando pensabas que no
te veía; te vi arreglar y disponer de todo en nuestra casa para que
fuese agradable vivir, pendiente de detalles, y entendí que las
pequeñas cosas son las cosas especiales de la vida. Cuando pensabas
que no te veía; te escuché pedirle a Dios y supe que existía un Dios
con el que podría yo conversar y en quien confiar.

Cuando pensabas que no te veía; te vi preocuparte por tus amigos sanos
y enfermos, y aprendí que todos debemos ayudarnos y cuidarnos unos a
otros. Cuando pensabas que no te veía; te vi dar tu tiempo y dinero
para ayudar a  personas que no tienen nada, y aprendí que aquellos que
tienen algo deben de compartirlo con quienes no tienen. Cuando
pensabas que no te veía; te sentí darme un beso por la noche, y me
sentí amado y seguro.

Cuando pensabas que no te veía; te vi atender la casa y a todos los
que vivimos en ella, y aprendí a cuidar lo que se nos da. Cuando
pensabas que no te veía; vi cómo cumplías con tus responsabilidades
aún cuando no te sentías bien, y aprendí que debo ser responsable
cuando crezca. Cuando pensabas que no te veía; vi lágrimas salir de
tus ojos, y aprendí que algunas veces las cosas duelen y que está bien
llorar. (Autor: un Niño).

Atrévete a correr riesgos

Reír es arriesgarse a parecer un tonto. Llorar es arriesgarse a
parecer un sentimental. Buscar al otro es arriesgarse a comprometerse.
Expresar los sentimientos es arriesgarse a ser rechazado. Exponer los
sueños ante una multitud es arriesgarse a ser ridículo.
Amar es arriesgarse a no ser correspondido. Avanzar ante obstáculos
abrumadores es arriesgarse a fracasar. Pero se deben correr los
riesgos porque el peligro más grande en la vida es no arriesgar nada.
La persona que no arriesga nada, no hace nada, no tiene nada, no es
nada.  Podrá evitar el sufrimiento y la tristeza, pero no puede
aprender, sentir, cambiar, crecer ni amar.

Parábola del diamante

Un santo había llegado a las afueras de la aldea y acampó bajo un
árbol para pasar la noche. De pronto llegó corriendo hacia él un
habitante de la aldea y le dijo: "¡La piedra! ¡La piedra! ¡Dame la
piedra preciosa!"
"¿Que piedra?", preguntó el santo. "La otra noche se me apa­reció en
sueños el Señor", -dijo el aldeano-, "y me aseguró que si venía al
anochecer a las afueras de la aldea, encontraría a un santo que me
daría una piedra.
El santo rebuscó en su bolsa y extrajo una piedra. "Probable­mente se
refería a esta", dijo,  mientras entregaba la piedra al aldeano. "La
encontré en un sendero del bosque hace algunos días. Por supuesto que
puedes quedarte con ella".
El hombre se quedo mirando la piedra con asombro. ¡Era un diamante!
Tal vez el mayor diamante del mundo, pues era tan grande como la mano
de un hombre. Tomó el diamante y se marchó. Pasó dando vueltas en la
cama, totalmente incapaz de dormir. Al día siguiente, al amanecer, fue
a despertar al santo y le dijo: "Dame la riqueza que te permite
desprenderte con tan­ta facilidad de este diamante".

Oración por sonrisas

Señor, renueva mi espíritu
y dibuja en mi rostro sonrisas de gozo
por la riqueza de tu bendición.
Que mis ojos sonrían diaria¬mente
por la salud y amistad de mi familia y de mi comunidad.
Que mi corazón sonría diaria¬mente
por las alegrías y dolores que compartimos.
Que mi boca sonría diaria¬mente
con la alegría y regocijo de tus trabajos.
Que mi rostro dé testimonio diariamente
de la alegría que tú me brindas.
Gracias por este regalo de mi sonrisa, Señor. Amén.
 (Madre Teresa de Calcuta)
Gracias por tu visita!!!