sábado, 5 de noviembre de 2011


Hoja formativa Nº 119, noviembre 2011
Parroquia S. J. Bosco y S. D. Savio
CÓRDOBA - Argentina


Un cuento de estrellas
Existían millones de estrellas en el cielo. Estrellas de todos los
colores: blancas, plateadas, verdes, doradas, rojas, azules. Un día,
inquietas, ellas se acercaron a Dios y le dijeron: "Señor Dios, nos
gustaría vivir en la tierra entre los hombres". "Así será", respondió
el Señor. Las conservaré a todas ustedes pequeñitas, como son vistas
para que puedan bajar a la tierra. Cuéntase que, en aquella noche,
hubo una linda lluvia de estrellas. Algunas se acurrucaron en las
torres de las iglesias, otras fueron a jugar y a correr junto con las
luciérnagas por los campos, otras se mezclaron con los juguetes de los
niños y la tierra quedo maravillosamente iluminada.

Pero con el pasar del tiempo, las estrellas decidieron abandonar a los
hombres y volver al cielo, dejando la tierra oscura y triste. "¿Por
qué volvieron?" -Preguntó Dios a medida que ellas iban llegando al
cielo. "Señor, no nos fue posible permanecer en la tierra; allí existe
mucha miseria y violencia, mucha maldad, mucha injusticia". Y el Señor
les dijo: "¡Claro! El lugar de ustedes es aquí en el cielo. La tierra
es el lugar de lo transitorio, de aquello que pasa, de aquello que
cae, de aquel que yerra, de aquel que muere, nada es perfecto. El
cielo es el lugar de la perfección, de lo inmutable, de lo eterno,
donde nada perece".

Después que llegaron las estrellas y se hubo verificado su número,
Dios volvió a hablar: "Nos está faltando una estrella. ¿Será que se
perdió en el camino?". Un ángel que estaba cerca replico: "No, Señor,
una estrella resolvió quedarse entre los hombres. Ella descubrió que
su lugar es exactamente donde existe la imperfección, donde hay
límite, donde las cosas no van bien, donde hay lucha y dolor". "¿Que
estrella es esa?" -Volvió Dios a preguntar. "Es la Esperanza, Señor.
La estrella verde. La única de ese color".

Y cuando miraron para la tierra, la estrella no estaba sola. La tierra
estaba nuevamente iluminada porque había una estrella verde en el
corazón de cada persona. Porque el único sentimiento que el hombre
tiene y Dios no necesita retener es la Esperanza. Dios ya conoce el
futuro y la Esperanza es propia de la persona humana, propia de aquel
que yerra, de aquel que no es perfecto, de aquel que no sabe como será
el futuro. Recibe en este momento esta estrella en tu corazón: La
Esperanza.

No dejes que ella huya y no permitas que se aparte. Ten la certeza de
que ella iluminará tu camino, sé siempre positivo y agradece a Dios
todo lo que tienes. Sé siempre feliz y contagia con tu corazón
iluminando a otras personas.


Para vivir en plenitud
Vive cada día en plenitud. Aprovecha al máximo cada hora, cada día y
cada época de tu vida. Así podrás mirar al futuro con confianza y al
pasado sin tristeza. Sé tu mismo. Pero sé lo mejor de ti mismo. Ten
valor para ser diferente y seguir tu propio camino.
Y no tengas miedo de ser feliz. Goza de lo bello. Ama con toda tu alma
y tu corazón. Cree que te aman aquellas personas a quienes tú amas.
Olvídate de lo que hayas hecho por tus amigos y recuerda lo que ellos
hayan hecho por ti. No repares en lo que el mundo te debe, fíjate en
lo que tú le debes al mundo.
Cuando te enfrentes a una decisión, tómala tan sabiamente como te sea
posible. Luego olvídala. El momento de la certeza absoluta nunca
llega. Y sobre todo, recuerda que Dios ayuda a quienes se ayudan a sí
mismos. Obra como si todo dependiera de ti y ora como si todo
dependiera de Dios.


Gracias, Señor
Gracias, Señor, muchas gracias por todos los dones que me entregas.
Gracias por todo lo que vi, escuché y recibí. Por el agua que me lava,
por la ropa que me viste, por el pan que me sustenta. Por la casa, por
los padres, por los hermanos y amigos.
Por los conocimientos, esfuerzos y trabajos. Por el tiempo que me
diste, por la vida que me ofreces, por la bendición de todos los días.
Gracias por estar conmigo, Señor. Gracias porque me escuchas y me
tomas en serio.
Gracias porque recibes mi agradecimiento de hoy. Gracias, Señor,
muchas gracias. Amén.


Pan tostado... quemado!
Después de un largo y duro día de trabajo, mamá puso en la mesa
salchichas y pan tostado muy quemado frente a mi padre. Yo esperaba
que alguien lo señalara, pero aunque mi padre lo notó, sacó un pan
tostado, sonrió a mi madre y me preguntó cómo me había ido en la
escuela. No recuerdo qué contesté, pero aún lo veo untando manteca y
mermelada al pan tostado y comérselo todo. Al levantarme de la mesa,
oí a mi madre pedir disculpas a mi padre por los panes muy quemados.
Nunca olvidaré lo que él le dijo: “Cariño, no te preocupes, a veces me
gustan los panes bien quemados”. Luego fui a dar el beso de las buenas
noches a mi padre y le pregunté si le gustaban de verdad los panes
bien quemados. Él me abrazó y dijo: “Tu mamá tuvo un día muy pesado,
está cansada y además, un pan un poco quemado no le hace daño a
nadie”.
- La vida está llena de cosas imperfectas y de gente imperfecta.
Aprender a aceptar los defectos y decidir aceptar cada una de las
diferencias de los demás, es una de las cosas más importantes para
crear una relación sana y duradera. Un pan tostado quemado no va a
romper un corazón y no tiene por qué romper la armonía en el hogar.


Poder de la oración
La oración es una fuerza tan real como la gravitación terrestre. Hay
médicos que han visto hombres y mujeres desquiciados por todo tipo de
terapias, librarse de su enfermedad y de la melancolía, por el sincero
esfuerzo de la oración. La oración es el único poder del mundo que es
capaz de vencer las llamadas leyes de la naturaleza: a estos
resultados así obtenidos se los llama milagros.
Pero un constante y silencioso milagro acontece, de hora en hora, en
los corazones de hombres y mujeres que han descubierto, con asombro,
que la oración los enriquece con una continua corriente de fortaleza
que los sostiene en sus vidas cotidianas.
Adecuadamente comprendida, la oración es una actividad de personas
maduras, indispensable para el completo desarrollo de la personalidad
y la integración final de todas las más profundas facultades del
hombre. Sólo por la oración podemos alcanzar la completa y armoniosa
unificación del cuerpo, mente y espíritu, que le da a la frágil
constitución humana su fortaleza invencible. (Alexis Carrel).
Gracias por tu visita!!!