domingo, 7 de agosto de 2011


Hoja formativa Nº 116, agosto 2011
Parroquia S. J. Bosco y S. D. Savio
CÓRDOBA - Argentina
www.capillaconsolacion.com.ar
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Mamá, ¿por qué yo tengo que morir?
El día de mi muerte era tan común como cualquier otro; mi novio no
podía ir a la fiesta y te pedí mamá que me prestaras tu coche. Entre
muchos ruegos y súplicas, accediste; me dirigí a la fiesta, pero
siempre me acordé de lo que me dijiste, me pediste que no bebiera alcohol. Por eso, sólo me tomé un refresco. Sentí orgullo de mí misma,
tal y como me dijiste que sentiría. Me dijiste que no debería beber y
conducir, al contrario de lo que algunos amigos me dijeron. Hice una
elección saludable y tu consejo fue correcto, como todos los que me
das siempre.
Cuando la fiesta finalmente se acabó, la gente empezó a conducir, sin
estar en condiciones de hacerlo. Fui hasta mi auto, con la certeza de
que volvería a casa en paz. Nunca me imaginé lo que me esperaba. ¿Cómo
sucedió el accidente?, eso no importa, ahora estoy tirada en la calle,
y oigo a un policía decir: "El chico que provocó este accidente iba
borracho". Mamá, su voz parece tan distante. Mi sangre está derramada
por todos lados, tengo vidrios encajados en todo mi cuerpo y estoy
intentando con todas mis fuerzas no llorar. Puedo oír a los médicos
decir: "Esta chica va a morir".

Tengo la certeza de que el joven, que manejaba a toda velocidad,
decidió beber y conducir; y ahora yo tengo que morir. ¿Por qué las
personas hacen eso, mamá, sabiendo que esto va a arruinar muchas
vidas? El dolor me está cortando como un centenar de cuchillos
afilados. Dile a mi hermana que no llore; dile a mi novio que me
hubiera encantado formar una familia con él, y que lo amó; dile a papá
que sea fuerte y, cuando vaya al cielo, estaré velando por todos
ustedes. Alguien debería haberle enseñado a aquel chico, que está mal
beber y conducir. Tal vez si sus padres se lo hubieran dicho, yo ahora
no estaría muriendo.
Mi respiración se está debilitando cada vez más. Mamá, éstos son mis
últimos momentos y me siento tan desesperada. Me gustaría que me
pudieras abrazar, mamá, mientras estoy tirada aquí, muriendo. Me
gustaría poder decirte lo mucho que te quiero, mamá. Por eso... "Te
quiero... y... adiós". Estas palabras fueron dictadas a un reportero
que presenció el accidente. La joven, mientras moría, iba diciendo
estas palabras y el periodista anotaba... muy abrumado. Este
periodista empezó esta campaña: "Si bebe, no maneje"

Oración a san Juan Bosco
(En el bicentenario de su nacimiento)
Padre y Maestro de la juventud, san Juan Bosco, que, dócil a los dones
del Espíritu Santo y abierto a las realidades de tu tiempo, fuiste
para los jóvenes, especialmente para los pequeños y los pobres, signo
de la predilección amorosa de Dios.
Enséñanos a ser amigos del Señor, para que descubramos, en él y en su
Evangelio, el sentido de la vida y la fuente de la verdadera
felicidad. Ayúdanos a responder con generosidad a la vocación recibida
de Dios, para ser, en nuestra vida diaria, constructores de comunión
y, unidos a toda la Iglesia, colaborar con entusiasmo en la
edificación de la cultura del amor.
Concédenos la gracia de perseverar en la vivencia intensa de la vida
cristiana, según el espíritu de las Bienaventuranzas y haz que,
guiados por Maria Auxiliadora, nos encontremos un día contigo en la
gran familia del cielo. Amén.

Amar es una decisión
Un esposo fue a visitar a un sabio consejero y le dijo que ya no
quería a su esposa y que pensaba separarse. El sabio lo escuchó, y
solamente le dijo una palabra: “ámela”.
—Pero..., es que ya no siento nada por ella.
—Ámela, –insistió el sabio. Y ante el desconcierto del señor, agregó:
—Amar es una decisión, no un sentimiento; amar es dedicación y
entrega. El amor es como un ejercicio de jardinería: prepare el
terreno, siembre, sea paciente, riegue y cuide. Esté preparado porque
habrá plagas, sequías o excesos de lluvia, mas no por eso abandone el
jardín.
Ame a su pareja, es decir, acéptela, valórela, dele afecto y ternura,
admírela y compréndala. Eso es todo, Ámela”. Gonzalo Gallo.

Carrera de sapos
Érase una vez una carrera de sapos en el país de los sapos. El
objetivo consistía en llegar a lo alto de una gran torre que se
encontraba en aquel lugar. Todo estaba preparado y una gran multitud
se reunió para vibrar y gritar por todos los participantes. En su
momento se dio la salida y todos los sapos comenzaron a saltar.
Pero como la multitud no creía que nadie llegara a la cima de aquella
torre pues ciertamente, era muy alta, todo lo que se escuchaba era:
“no lo van a conseguir”, “qué lástima, está muy alto, es muy difícil,
no lo van a conseguir”. Así la mayoría de los sapitos empezaron a
desistir. Pero había uno que persistía, pese a todo, y continuaba
subiendo en busca de la cima.
La multitud continuaba gritando: “es muy difícil, no lo van a
conseguir”, y todos los sapitos se estaban dando por vencidos, excepto
uno que seguía y seguía tranquilo cada vez con más fuerza. Finalmente
fue el único que llegó a la cima con todo su esfuerzo.
Cuando fue proclamado vencedor muchos fueron a hablar con él y a
preguntarle como había conseguido llegar al final y alcanzar semejante
proeza. Cual sería le sorpresa de todos los presentes al darse cuenta
que este sapito era sordo. Sé siempre sordo cuando alguien duda de tus
sueños.

La estrella de mar
Vivía un escritor a orillas del mar, una enorme playa donde tenía una
casita. Allí pasaba temporadas escribiendo y buscando inspiración para
su libro. Era un hombre inteligente y culto, sensible a las cosas
importantes de la vida. Una vez caminando en la playa vio a lo lejos
que alguien se movía como si bailara.
Al acercarse advirtió que era un muchacho que levantaba estrellas de
mar y las arrojaba al océano. Le preguntó al joven qué hacía allí.
Éste le contestó: "Recojo las estrellas y las devuelvo al mar; la
marea ha bajado demasiado y muchas morirán". El escritor replicó:
"Pero esto no tiene sentido: primero es su destino, morirán y serán
alimento para otros animales; y además hay miles de estrellas en esta
playa, nunca podrás salvarlas a todas".
El joven miró fijamente al escritor, recogió una estrella de mar de la
arena, la lanzó con fuerza por encima de las olas y exclamó, "para
ésta... ¡sí tiene sentido!". El escritor se marchó un tanto
desconcertado, no podía explicarse una conducta así. Esa tarde no tuvo
inspiración para escribir y por la noche no durmió bien, soñaba con el
joven y las estrellas de mar por encima de las olas. A la mañana
siguiente corrió a la playa, buscó al joven y le ayudó a salvar
estrellas.
Gracias por tu visita!!!