lunes, 1 de abril de 2013

Compartir Nº136


El picapedrero descontento

Estaba un picapedrero cortando adoquines de una gran piedra, y
cavilaba sobre la monotonía de su vida, cuando pasó, acompañado de un
brillante cortejo, el Emperador en persona. Iba sentado en un elefante
con dosel de oro, rodeado de ministros, soldados y cortesanos. El
picapedrero quedó maravillado y exclamó, por lo bajo: —¡Quién fuera
Emperador!

En el mismo instante se vio transformado en Emperador. Era él el que
estaba sentado bajo el dosel de oro, era señor de los hombres, y a un
gesto suyo se inclinaban al suelo ministros y soldados. Un día en una
parada el sol calentaba con calor excesivo y el Emperador se enjugaba
en vano su frente; se puso de mal humor porque veía que el sol era más
poderoso que él y exclamó enfadado: —¡Quién fuera sol!

En el mismo instante quedó transformado en sol. Estaba a sus anchas
nadando en la bóveda celeste, y despedía tanto calor que los hombres y
los animales iban jadeantes y se quemaba la hierba, y se agostaban las
flores. Esto divertía mucho al sol. Pero de repente una nube densa y
negra púsose ante él. El sol lanzaba su calor, pero en vano. Los rayos
no podían rasgar el tejido de la nube. Saltó de ira. y gritó: —¡Quién
fuera nube!

Y fue transformado en nube. Con desenfrenada furia dejaba caer sus
aguas sobre la tierra: los arroyuelos y los ríos se hincharon; la
corriente arrastraba las casas; los hombres se ahogaban; pero un
gigantesco peñasco se mantenía inconmovible, retador en su puesto. La
nube exclamó con saña: —¡Quién fuera peñasco!

Y en peñasco se convirtió. Ya estaba satisfecho. Con orgullo seguía en
su puesto y no le dañaba el ardor del sol ni la lluvia de la nube.
Pero un día llegó el hombre y clavó un agudo pico en el seno del
peñasco. Aquel hombre era más poderoso que él y exclamó: —¡Quién fuera
picapedrero! Y en aquel momento se vio otra vez picapedrero, y quedó
convencido de que lo mejor para vivir feliz, es contentarse con la
propia suerte, sin envidiar a los demás.

Un juicio muy especial

En un despiadado día de invierno, un anciano tembloroso fue llevado
ante los tribunales. Se le acusaba de haber robado un pan. Al ser
interrogado, el hombre explicó al juez que lo había hecho porque su
familia estaba muriéndose de hambre.

—La ley exige que sea usted castigado —declaró el juez—. Tengo que
exigirle una multa de 50 pesos. Al mismo tiempo metió la mano en su
bolsillo y dijo:
—Aquí tiene usted el dinero para pagar su multa. Y además —prosiguió
el juez—, pongo una multa de 10 pesos a cada uno de los presentes en
esta sala, por vivir en una ciudad donde un hombre necesita robar para
poder sobrevivir.

Pasaron una bandeja por el público, yel pobre hombre, totalmente
asombrado, abandonó la sala con 500 pesos en su bolsillo.
“Vivan todos unidos, compartan las preocupaciones de los demás, ámense
como hermanos, sean misericordiosos y humildes”. 1 Pedro 3, 8.

Ermitaño muy atareado

Se cuenta que un ermitaño se quejaba muchas veces que tenía demasiado
quehacer. La gente preguntó cómo era eso de que en la soledad
estuviera con tanto trabajo. Les contestó: "Tengo que domar a dos
halcones, entrenar a dos águilas, mantener quietos a dos conejos,
vigilar una serpiente, cargar un asno y someter a un león". “No vemos
ningún animal cerca de la cueva donde vives. ¿Dónde están todos estos
animales?”
Entonces el ermitaño dio una explicación que todos comprendieron.
“Porque estos animales los tienen todos los hombres, ustedes también.
Los dos halcones, se lanzan sobre todo lo que se les presenta, bueno y
malo. Tengo que domarlos para que sólo se lancen sobre una presa
buena, son mis ojos. Las dos águilas con sus garras hieren y
destrozan. Tengo que entrenarlas para que sólo se pongan al servicio y
ayuden sin herir, son mis dos manos. Y los conejos quieren ir adonde
les plazca, huir de los demás y esquivar las cosas difíciles. Tengo
que enseñarles a estar quietos aunque haya un sufrimiento, un problema
o cualquier cosa que no me gusta, son mis dos pies.
 Lo más difícil es vigilar la serpiente aunque se encuentra encerrada
en una jaula de 32 varillas. Siempre está lista por morder y envenenar
a los que la rodean apenas se abre la jaula, si no la vigilo de cerca,
hace daño, es mi lengua. El burro es muy obstinado, no quiere cumplir
con su deber. Pretende estar cansado y no quiere llevar su carga de
cada día, es mi cuerpo. Finalmente necesito domar al león, quiere ser
el rey, quiere ser siempre el primero, es vanidoso y orgulloso, es mi
corazón”.

El sendero de las cosas

Señor, ayúdame a encontrarte más cada día por el sendero de las cosas.
 Dame ese sentido delicado que permite amar santamente a todas tus
criaturas, comprenderlas y aceptar sus dulces y fuertes lecciones.

Puesto que tú, Verbo de Dios, quisiste hacerte hombre, para parecerme
a ti no tendré que ser menos hombre, sino más y más divinamente
hombre. Con la santa sencillez cristiana, querría pasear mi oración
contigo, Señor, por todas las cosas de este mundo que es tuyo.

Y en ellas te encontraré; porque no es demasiado difícil saber dónde
estás; lo imposible es saber dónde no estás. P. Charles SJ.
Gracias por tu visita!!!