domingo, 11 de julio de 2010

Compartir


Hoja formativa Nº 101, mayo 2010
Parroquia S. J. Bosco y S. D. Savio
Córdoba - Argentina


Accidente en la carretera
Una tarde, una pareja iba con su coche por la carretera, cuando de pronto vieron a lo lejos a una mujer en la mitad de la misma con los brazos en alto pidiendo que pararan. La esposa le dijo al marido que era mejor no detenerse, porque podía ser peligroso. Pero el esposo decidió pasar despacio, para no quedarse con la duda de saber qué es lo que sucedía...
Cuando iban acercándose, observaron que la mujer estaba golpeada en la cara y en los brazos; en ese momento decidieron pararse. La mujer les pidió ayuda, diciéndoles que habían tenido un accidente automovilístico y que su esposo y su hija, una recién nacida, estaban adentro del automóvil en el barranco. El esposo estaba muerto, pero la bebé se encontraba con vida. El señor decidió bajar a rescatar a la niña, y le pidió a la señora lastimada que se quedara con su esposa adentro del coche.
Él bajó y vio a dos personas adelante, en el auto, pero no le dio importancia. Sacó luego rápido a la bebé, y subió a llevársela a su madre. Cuando llegó a su coche no vio a la señora, así que le preguntó a su esposa en dónde estaba. La esposa le contestó que la señora se había ido enseguida detrás de él.
El señor decidió bajar de nuevo a buscarla al barranco. Allí pudo comprobar que las dos personas que estaban en los asientos de adelante estaban muertas, y eran un señor y una señora con los cinturones puestos. Y cuando se fijó mejor en el rostro de la señora, se dio cuenta de que era la misma que les pidió auxilio en la carretera.
¿No crees que fue un milagro de Dios? Actualmente la niña vive con sus familiares, y vivirá para contarlo. “El amor de Dios es como el mar, puedes ver su inicio, pero no su final”

Himno al Espíritu Santo
Ven, Espíritu Santo, luz y gozo,
Amor, que en tus incendios nos abrasas:
renueva el alma de este pueblo tuyo
que por mis labios canta tu alabanza.

En sus fatigas diarias, sé descanso;
en su lucha tenaz, vigor y gracia:
haz germinar la caridad del Padre,
que engendra flores y que quema zarzas.

Ven, Amor, que iluminas el camino,
compañero divino de las almas:
ven con tu viento a sacudir al mundo
y a abrir nuevos senderos de esperanza. Amén.

El soldado herido
El capellán se acercó al soldado herido, en medio del fragor de la batalla, y le preguntó: —¿Quieres que te lea la Biblia? —Primero dame agua, que tengo sed, dijo el herido. El capellán le convidó el último trago de su cantimplora, aún sabiendo que el agua distaba kilómetros. —¿Ahora, puedo leerte la palabra de Dios?, preguntó de nuevo. —Antes dame de comer, suplicó el herido. El capellán le dio el último mendrugo de pan que guardaba en su mochila. —Tengo frío, fue el siguiente clamor, y el hombre de Dios se despojó de su abrigo de campaña, pese al frío que le calaba los huesos, y cubrió al lesionado. —Ahora sí, le dijo al capellán. Habla de ese Dios que te hizo darme tu último trago de agua, tu mendrugo y tu único abrigo. Quiero conocerlo.

Avivar la llama interior
Cuentan que un rey muy rico de la India, tenía fama de ser indiferente a las riquezas y cultivar una profunda religiosidad. Movido por la curiosidad, un súbdito quiso averiguar el secreto del soberano. ”Majestad, —le preguntó en la audiencia—, ¿cómo hace para cultivar la vida espiritual en medio de tanta riqueza?” El rey le dijo: "Te lo revelaré si recorres mi palacio para apreciar mis riquezas. Pero, llevarás una vela encendida. Si se apaga, te haré decapitar". Concluido el paseo, el rey le preguntó: “¿Qué piensas de mis riquezas?" La persona respondió: "No vi nada. Sólo me preocupé de que la llama no se apagara". El rey le dijo: "Ése es mi secreto. Estoy tan ocupado tratando de cuidar y avivar mi llama interior, que no me interesan las riquezas”. Jesús dijo: “No pueden servir a dos señores: a Dios y al dinero”.

Pedaleando cuesta arriba
Aquel día estaba sentado junto a un camino que conducía a lo alto de una colina. Observé a un muchacho montado en bicicleta que se esforzaba en subir por la cuesta teniendo incluso el viento en contra. El esfuerzo que tenia que hacer era tremendo. Cuando estaba más fatigado apareció un ómnibus que subía la colina. Su marcha no era muy acelerada y el joven pudo agarrarse con una mano de los barrotes para subir en la parte de atrás. Puedes imaginarte lo que sucedió. El muchacho subió la cuesta a las mil maravillas. Cuántas veces tú también estás pedaleando cuesta arriba contra toda clase de oposiciones y te encuentras extenuado por el esfuerzo. Recuerda que tienes a mano un poder disponible, la energía que te da confiar en Dios. Ora así: “El Señor es mi fuerza y mi poder, confiaré y no temeré”. El transformará tu debilidad en fortaleza y tu cansancio en renovado vigor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu visita!!!