domingo, 11 de julio de 2010

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Hoja formativa Nº 99, marzo 2010
Parroquia S. J. Bosco y S. D. Savio
CÓRDOBA


¿Cuánto pesa una oración?
Poco después de la Segunda Guerra Mundial una mujer entró en un almacén y pidió comida como para una cena de Navidad para sus hijos. Cuando el dueño preguntó cuánto podría pagar, ella respondió: "Mi marido murió en la guerra. La verdad es que no tengo nada que ofrecer más que una pequeña oración." El hombre, un incrédulo imperturbable ante la necesidad de la mujer, dijo sarcásticamente: "Escriba su oración en un trozo de papel, y le daré su peso en artículos de alimentación".
Para su sorpresa, ella sacó una nota doblada del bolsillo, y se la dio. "Ya la escribí anoche, mientras estaba junto a la cama de mi hijo enfermo", contestó de inmediato. El comerciante sin dignarse al menos leerla, la puso al instante en un platillo de su anticuada balanza. "Bueno, veremos para cuánta comida vale", refunfuñó.
Para sobresalto suyo, no sucedió nada cuando puso una hogaza de pan en el otro platillo. Pero se inquietó más todavía cuando añadió otros artículos y seguía sin suceder nada. Finalmente dijo malhumorado: "Bueno, ya no cabe más, de todas maneras. Aquí tiene la bolsa. Tendrá que ponerse las cosas usted misma. ¡Estoy ocupado!". Con un sollozante “Gracias", la mujer salió feliz.
El almacenero descubrió poco después que tenía la balanza dañada. Con el paso de los años, seguía preguntándose si aquello había sido una mera coincidencia. ¿Por qué la mujer tenía la oración ya escrita antes de que él se la pidiera? ¿Cómo es que vino justo en el momento en que el mecanismo se había roto? Siempre que mira a aquella hoja de papel con su petición, se asombra, porque así está escrito: "Por favor, amado Señor, ¡danos hoy nuestro pan de cada día!".

Me decidí triunfar
Un día como cualquier otro, decidí triunfar. Decidí no esperar las oportunidades, sino yo mismo buscarlas. Decidí ver cada problema como la oportunidad de encontrar la solución. Decidí ver cada desierto, como la oportunidad de encontrar un oasis.
Decidí ver cada noche, como un misterio a resolver. Decidí ver cada día, como una nueva oportunidad de ser feliz. Aquel día descubrí que mi único rival, no eran más que mis propias debilidades. Y que en ellas, está la única y mejor forma de superarnos. Aprendí que lo difícil no es llegar a la cima, sino jamás dejar de subir.
Aprendí que de nada sirve ser luz, si no vas a iluminar el camino de los demás. Aquel día aprendí que los sueños son solamente para hacerse realidad. Por eso, desde aquel día inolvidable, ya no duermo para descansar. Ahora duermo simplemente para soñar. No pierdas la esperanza, sobre todo, en los tiempos difíciles.

Cazador de monos
Conocedor de cuánto les gustan las cerezas a los monos, un cazador inventó un sencillo método para cazarlos: colocó una en el interior de un frasco de vidrio y lo dejó abierto en la selva. Cuando llegó el primer mono, metió la mano en el recipiente, decidido a atrapar el apetitoso fruto. Instintivamente, cerró el puño con firmeza y observó, con inesperada tristeza, que no podría lograr su objetivo con su preciso manotazo.
La mano había quedado atascada por la boca del frasco, aunque con el fruto alcanzado. El cazador se acercó rápidamente al mono, lo ató, le dio un fuerte y preciso golpe en el codo y logró sacar la mano con la cereza, preparada e intacta para una nueva víctima golosa.
A veces en la vida nos ocurre algo muy similar, por nuestros apegos. Una simple apertura de mano, un soltar oportuno, puede hacernos percibir y lograr nuevos objetivos, mucho más importantes que el inicial y rutinario...
Ante la naturaleza
Padre, tú has creado este universo para que me ayude a conocerte mejor y a amarte mejor. Cada rayo de luz, cada flor, cada nuevo paisaje a la vuelta del camino es un mensajero oportuno que me invita, por senderos fáciles, a subir hasta ti.
El rocío de la noche y el gallo que canta por la mañana, el viento que murmura al pasar y el pan sobre la mesa, todo me habla de tu bondad. Pero me falta la atención del corazón para encontrarte en todas las cosas. Consérvame un alma vibrante, entusiasta, un alma joven, que no se canse de leer el poema de la Naturaleza.
Ayúdame a encontrar bajo los colores y los sonidos tu pensamiento divino, como el lector encuentra, bajo las letras del libro, el pensamiento del autor. ¡Que la Naturaleza sea para mí un templo grandioso, donde cada detalle me revele tu gloria, tu poder y tu bondad! Amén.

Los billetes falsos
El Gobierno de los Estados Unidos no le enseña a los agentes del Ministerio de Hacienda a detectar billetes falsos mediante el estudio cuidadoso de un sinnúmero de billetes falsificados. Al contrario, les muestra una y otra vez los billetes genuinos hasta que retengan en su memoria el diseño en sus menores detalles. Entonces, cuando un billete falsificado es colocado delante de ellos, lo reconocen al instante, porque no está de acuerdo con el diseño que sus ojos buscan.
Hermano/a, ¿conoces la Palabra del Señor? La única manera que puedes saber si la palabra que lees o escuchas es la de Dios, es leerla o escucharla con tanta frecuencia que, cuando leas o escuches una palabra extraña, la puedas reconocer de inmediato. Es mil veces más sabio dedicar tiempo para aprender la única Palabra verdadera que tratar de aprender a detectar una multitud de palabras falsas.

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