jueves, 1 de diciembre de 2011

Compartir Nº 120,
Parroquia S. J. Bosco y S. D. Savio
CÓRDOBA - Argentina


Un regalo para Jesús
En 1994 dos estadounidenses invitados por el Departamento de Educación
de Rusia, enseñaron moral en las escuelas públicas, basada en
principios bíblicos. Debían enseñar en prisiones, en un cuartel de
bomberos y otro de la policía, y en un gran orfanato. En éste había
casi 100 niños y niñas dejados en manos del Estado.

“Cuando se acercaba Navidad -refieren los docentes- narramos a los
huerfanitos la tradicional historia de Navidad. Les contamos acerca de
María y José llegando a Belén, de cómo no encontraron lugar en las
posadas, por lo que debieron ir a un establo, donde finalmente el niño
Jesús nació y fue puesto en un pesebre. A lo largo de la historia, los
chicos y los empleados del orfanato no podían contener su asombro.
Una vez terminada la historia, les dimos a cada chico tres pequeños
trozos de cartón para que hicieran un tosco pesebre. Se les dio
también un cuadradito de papel cortado de unas servilletas amarillas
que yo había llevado conmigo.

Siguiendo las instrucciones, los chicos cortaron y doblaron el papel
cuidadosamente colocando las tiras como paja. Unos cuadraditos de
franela, cortados de un viejo camisón olvidado por una turista al
partir de Rusia, fueron usados para hacerle la manta al bebé. De una
cartulina marrón que trajimos de Estados Unidos, cortaron la figura de
un bebé. Mientras los niños estaban atareados armando sus pesebres, yo
caminaba entre ellos para ver si necesitaban ayuda. Todo estuvo bien
hasta que llegué donde el pequeño Misha estaba sentado.

Parecía tener unos seis años y había terminado su trabajo. Cuando miré
el pesebre quedé sorprendido al ver dos niños dentro de él. Llamé
rápidamente al traductor para que le preguntara por qué había dos
bebés en el pesebre. Misha cruzó sus brazos y observando la escena del
pesebre comenzó a repetir la historia muy seriamente. Cuando llegó la
parte donde María pone al bebé en el pesebre, Misha empezó a inventar
su propio final para la historia.

Dijo: "Y cuando María dejó al bebé en el pesebre, Jesús me miró y me
preguntó si yo tenía un lugar donde estar. Yo le dije que no tenía
mamá ni papá y que no tenía un lugar para estar. Entonces Jesús me
dijo que yo podía estar allí con él. Le dije que no podía, porque no
tenía un regalo para darle. Pero yo quería quedarme con Jesús, por eso
pensé qué cosa podría darle a él como regalo. Se me ocurrió que un
buen regalo podría ser darle calor.

Por eso le pregunté a Jesús: “Si te doy calor, ¿sería un buen regalo
para ti?” Y Jesús me dijo: “Si me das calor, ese sería el mejor regalo
que jamás haya recibido”. Por eso me metí dentro del pesebre y Jesús
me miró y me dijo que podía quedarme allí para siempre. Cuando el
pequeño Misha terminó su historia, sus ojitos brillaban llenos de
lágrimas, se tapó la cara, agachó la cabeza sobre la mesa y sus
hombros comenzaron a sacudirse en un llanto profundo. El pequeño
huérfano había encontrado a alguien que jamás lo abandonaría ni
abusaría de él. ¡Alguien que estaría con él para siempre!

El “día después” de Navidad
En Navidad hay mucha gente que se muestra buena, generosa, cordial y
hasta un poco piadosa y rica en sentimientos nobles. Pero, el día
siguiente, vuelven a ser lo que eran. Dejando a un lado “el disfraz”
navideño, aparece de nuevo la mezquindad, la despreocupación, la
indiferencia por los valores religiosos y humanos. ¿De qué vale
pretender ser “bueno” por un día? Lo importante, lo que traerá alegría
y paz a nuestra vida, es tomar en serio la Navidad “el día después”.
Sí, Navidad comienza el día siguiente. Un gran desafío que nos plantea
el nacimiento del Hijo de Dios, el día que sigue a la Navidad. ¿Cuál
es el desafío? Verificar que estamos celebrando la Navidad no porque
ha llegado el 25 de diciembre, sino porque hemos decidido que, a
partir de ese día, algo hermoso ha comenzado a transformar mi vida. El
gran regalo que el Niño Jesús espera de nosotros en Navidad es la
promesa simple y sincera de que comenzamos en serio una vida más
plena, decididos a recibir a Jesús como Salvador de nuestras miserias
morales, decididos a mejorar nuestra vida cristiana y a dejar que
irrumpa en nuestro corazón la profunda alegría de Dios.

Oración por nuestros amigos
Señor, quisiera armar en estos días un árbol dentro de mi corazón y
colgar en lugar de regalos los nombres de todos mis amigos. Los de
cerca y los de lejos. Los de siempre y los de ahora. Los que veo cada
día, y los que raramente encuentro. Los de siempre recordados, y los
que a veces se me olvidan. Los constantes y los inconstantes. Los de
las horas difíciles, y los de las horas alegres. A los que sin querer
herí, y a los que sin querer me hirieron. Aquellos a quienes conozco
profundamente, y aquellos a quienes conozco apenas por sus
apariencias. A los que me deben, y a quienes debo mucho. A mis amigos
humildes y mis amigos importantes. Los nombro a todos los que pasaron
por mi vida. Un árbol de raíces profundas para que sus nombres nunca
sean arrancados de mi corazón, y que al florecer el año próximo
traigan esperanza, amor y paz, y en la Navidad, Señor, nos podamos
encontrar para compartir uvas de esperanza poniendo un poco de
felicidad en aquellos que todo lo han perdido. ¡Feliz Navidad!

La familia: lo más bello
Con la esperanza de poder pintar "lo más bello del mundo", un artista
mientras recorría su camino, preguntó a tres personas lo que creían
que podía ser lo más bello en este mundo. "La fe", le respondió un
sacerdote: "la encontrarás en cada altar". "El amor", le dijo una
joven esposa. “El amor convierte la pobreza en riqueza, endulza las
lágrimas; convierte lo poco en suficiente. Sin él no hay bellezas”.
"La paz, es lo más bello del mundo", le respondió un soldado. "La
guerra es horrorosa. Donde hay paz, hay belleza". "¡Fe, Paz, Amor!
¿Cómo podré pintar un cuadro con estos tres valores?", cavilando, se
preguntaba el artista… Y al entrar de regreso en su casa, vio fe en
los ojos de sus hijos y amor en los ojos de su esposa. Y en el
ambiente sereno de su hogar percibió la paz que la fe y el amor habían
creado. Cuando pintó "lo más bello del mundo", pintó el Hogar.

Da buen ejemplo
Un hombre y su pequeño hijo fueron de compras y, cuando cargaban los
comestibles en el auto, el padre le dijo al niño que volviera el
carrito a su lugar. “Vamos, papá”, respondió el hijo. “Hay carros por
todos lados, nadie los pone de vuelta en su lugar. Para eso tienen
empleados que lo hacen”. El padre dudó un momento, pensando si valía
la pena continuar la discusión. Pero luego vio que una pareja de
ancianos iban juntos llevando de vuelta el carrito que habían usado.
Entonces le dijo al niño: “Hijo, hay dos clases de personas en el
mundo: los que ponen los carritos de vuelta en su lugar, y los que no
lo hacen. Nosotros somos del primer grupo”. Seguramente la pareja de
ancianos no se enteró de qué manera su buen comportamiento había
influido en la educación de un niño. Muy difícilmente el muchachito se
olvidará de esa lección. Esta anécdota hace pensar de qué manera
nuestros actos pueden influir en los demás. Albert Einstein escribió:
“Dar ejemplo no es la forma principal de influir en los demás,
sencillamente es la única forma”.

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