sábado, 2 de marzo de 2013

Compartir Nº 135


¿Cuánto pesa una oración?

Poco después de la Segunda Guerra Mundial una mujer entró en un
almacén y pidió comida como para una cena de Navidad para sus hijos.
Cuando el dueño preguntó cuánto podría pagar, ella respondió: "Mi
marido murió en la guerra. La verdad es que no tengo nada que ofrecer
más que una pequeña oración."
El hombre, un incrédulo imperturbable ante la necesidad de la mujer,
dijo sarcásticamente: "Escriba su oración en un trozo de papel, y le
daré su peso en artículos de alimentación". Para su sorpresa, ella
sacó una nota doblada del bolsillo, y se la dio. "Ya la escribí
anoche, mientras estaba junto a la cama de mi hijo enfermo", contestó
de inmediato. El comerciante sin dignarse al menos leerla, la puso al
instante en un platillo de sus anticuadas balanzas.

"Bueno, veremos para cuánta comida vale", refunfuñó. Para sobresalto
suyo, no sucedió nada cuando puso una hogaza de pan en el otro
platillo. Pero se inquietó más todavía cuando añadió otros artículos y
seguía sin suceder nada. Finalmente dijo malhumorado: "Bueno, ya no
cabe más, de todas maneras. Aquí tiene la bolsa. Tendrá que ponerse
las cosas usted misma. ¡Estoy ocupado!". Con un sollozante “Gracias",
la mujer salió feliz.

El almacenero descubrió poco después que tenía las balanzas dañadas.
Con el paso de los años, seguía preguntándose si aquello había sido
una mera coincidencia. ¿Por qué la mujer tenía la oración ya escrita
antes de que él se la pidiera? ¿Cómo es que vino justo en el momento
en que el mecanismo se había roto?
Siempre que mira a aquella hoja de papel con su petición, se asombra,
porque así está escrito: "Por favor, amado Señor, ¡danos hoy nuestro
pan de cada día!"

Billetes falsos

El Gobierno de los Estados Unidos no le enseña a los agentes del
Ministerio de Hacienda a detectar billetes falsos mediante el estudio
cuidadoso de un sinnúmero de billetes falsificados. Al contrario, les
muestra una y otra vez los billetes genuinos hasta que retengan en su
memoria el diseño en sus menores detalles. Entonces, cuando un billete
falsificado es colocado delante de ellos, lo reconocen al instante
porque no está de acuerdo con el diseño que sus ojos buscan.
Hermano/a, ¿conoces la voz del Señor? La única manera que puedes saber
si la palabra que lees o escuchas es la de Dios, es leerla o
escucharla con tanta frecuencia que, cuando leas o escuches una
palabra extraña, la puedas reconocer de inmediato. Es mil veces más
sabio dedicar tiempo para aprender la única palabra verdadera que
tratar de aprender a detectar una multitud de palabras o voces falsas.

Ante la naturaleza

Padre, tú has creado este universo para que me ayude a conocerte mejor
y a amarte mejor. Cada rayo de luz, cada flor, cada nuevo paisaje a la
vuelta del camino es un mensajero oportuno que me invita, por senderos
fáciles, a subir hasta ti.
El rocío de la noche y el gallo que canta por la mañana, el viento que
murmura al pasar y el pan sobre la mesa, todo me habla de tu bondad.
Pero me falta la atención del corazón para encontrarte en todas las
cosas. Consérvame un alma vibrante, entusiasta, un alma joven, que no
se canse de leer el poema de la Naturaleza. Ayúdame a encontrar bajo
los colores y los sonidos tu pensamiento divino, como el lector
encuentra, bajo las letras del libro, el pensamiento del autor.
¡Que la Naturaleza sea para mí un templo grandioso, donde cada detalle
me revele tu gloria, tu poder y tu bondad!

Una simple apertura de mano

Conocedor de cuánto les gustan las cerezas a los monos, un cazador
inventó un sencillo método para cazarlos. Colocó una en el interior de
un frasco de vidrio y lo dejó abierto en la selva. Cuando llegó el
primer mono, metió la mano en el recipiente, decidido a atrapar el
apetitoso fruto. Instintivamente, cerró el puño con firmeza y observó,
con inesperada tristeza, que no podría lograr su objetivo con su
preciso manotazo.
La mano había quedado atascada por la boca del frasco, aunque con el
fruto alcanzado. El cazador se acercó rápidamente al mono, lo ató, le
dio un fuerte y preciso golpe en el codo y logró sacar la mano con la
cereza, preparada e intacta para una nueva víctima golosa.
A veces en la vida nos ocurre algo muy similar: Por no soltar algunos
apegos queridos, quedamos anclados al dolor, debilitados y vulnerables
ante cualquier mínimo temporal devastador. Una simple apertura de
mano, un soltar oportuno, puede hacernos percibir y lograr nuevos
objetivos, mucho más importantes que el inicial y rutinario...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu visita!!!